El Ojáncano
De entre todos los seres extraordinarios que pueblan las montañas, valles y bosques cántabros... de entre los mitos que vivieron o viven en tierra española... de entre todos los monstruos que cautivan y atormentan la imaginación... de entre los ogros que atormentan a los niños y amedrentan a los hombres... de entre todos los símbolos del mal, la crueldad y la brutalidad, aquel que sobrepasa a todos por su estatura, fuerza, fiereza, monstruosidad y perversidad es el Ojáncano, salvaje habitante de las profundas y tétricas cavernas perdidas en los más recónditos parajes de la Montaña. El Ojáncano, sólo abandona su guarida por la noche... para salir a sus diabólicas y destructoras correrías.
Nos encontramos ante un descomunal gigante, tan alto como los árboles más altos del bosque y más robusto que los duros peñascos que sostienen las montañas. Sus pies... enormes y descalzos, dejan en prados y caminos unas huellas que son inconfundible señal de alarma. Tiene diez dedos en cada pie, terminados cada uno de ellos en una uña acerada y potente.
Su barba enmarañada oculta la parte delantera de su cuerpo y en ella, entre pelos bermejos y gruesos, encontramos un inconfundible pelo blanco. Este pelo blanco es el punto débil del Ojáncano: si alguien consigue arrancárselo, el poderoso gigante morirá inmediatamente.
Por encima de la barba se eleva la cabeza grande y horrible, donde distinguimos sus fauces escalofriantes y sanguinarias, su narizota enorme... y su único ojo bajo la frente. Se trata de un ojo gigante, un ojo enorme y brillante como un ascua, ojo de mirada siniestra y feroz, ojo agudísimo que lo ve todo por muy distante que esté, ojo que hay que cegar para poder acercarse a arrancar el pelo blanco de la barba.
Todas las maldades del monte son obra del Ojáncano: aun cuando no está enfadado ciega las fuentes, resquebraja los árboles más útiles, arranca el pelo a las vacas, esparce el heno amontonado, vuelca los carros, atraviesa troncos en los caminos, derriba cercas y tapias, rapta mozas e incluso princesas...
El Ojáncano no vive solo en su cueva, sino con la Ojáncana, un monstruo incluso más feroz que él... De aspecto similar a su compañero, tiene, sin embargo, dos ojos, cubiertos de legañas, y carece de barba.
En su boca distinguimos dos colmillos afiladísimos en espiral con los que despedaza niños, pues hay que decir que el manjar preferido de este desalmado ser es la sangre de los niños que se extravían en el bosque. Pero, lo más característico de la Ojáncana son sus pechos... Dos pechos enormes y rojizos que le cuelgan hasta el vientre, de modo que cuando corre enfurecida, se los echa por encima de los hombros para que no la estorben... Estos pechos no son símbolo de un sentimiento materno, esta raza sanguinaria carece de sentimientos...
No se sabe exactamente cuántos Ojáncanos y Ojáncanas han existido o existen en los inaccesibles montes cántabros, pero sí se sabe que algunas cavernas en las que vivieron o viven llevan su nombre...
Son los crueles dueños de la Montaña, que reinan en ella a sus anchas haciendo toda clase de destrozos y tropelías. Sólo seres sobrenaturales, como un Duende o una Anjana, pueden proteger a los hombres del Ojáncano y castigarlo.
"Ojalá te quedes ciegu, Ojáncano malnacíu, pa arrancarte el pelo blancu y te mueras maldecíu."
Las Anjanas
Las Anjanas son seres menudos, hermosos, delicados y bondadosos que hacen frente al descomunal, horrible, feroz y malvado Ojáncano. Si sólo existiera el Ojáncano, azote de Cantabria, el símbolo y compendio de todos los males que le afligen... la vida del montañés sería insufrible... Pero... afortunadamente existen las Anjanas...
La Anjana es una hermosísima ninfa de medio metro de estatura, ojos rasgados, pupilas negras o azules y brillantes como luceros, y mirada serena y amorosa. Tiene unas largas trenzas de color azabache u oro adornadas con lacitos y cintas de seda multicolores... y se ciñe a la cabeza una hermosa corona de flores silvestres.
Su piel es blanquísima y siempre lleva una cruz encarnada... su voz es de ruiseñor y tiene unas alas prácticamente imperceptibles, casi transparentes, que la hacen parecer una mariposa...
Normalmente viste una blanca túnica larga de lana fina con pintas relucientes como estrellas y una larga capa azul con pespuntes rojos y dorados... En invierno... la capa es negra... Lleve una vara verde de mimbre o de espino con una estrella en la punta que brilla cada día de la semana con una luz distinta y una botellita con un brebaje milagroso para reanimar a los enfermos.
Vive en grutas recónditas que son verdaderos palacios de suelo de oro y paredes de plata escondidas en fuentes y manantiales. Vive cuatro siglos y puede transformarse en lo que desee y hacerse invisible.
La principal ocupación de La Anjana es premiar a la gente que hace el bien, que es generosa... Bendice las aguas, los árboles y el ganado... ayuda a los pobres, a los que sufren, a los que se extravían en el bosque...
Pero... La Anjana también castiga a aquellos que la desobedecen... Parece que su poder sobrenatural viene de una potencia superior... pues también ellas pueden ser castigadas cuando se enamoran de un mortal... para ellas enamorarse de un mortal es renegar su esencia...
Pero... todo esto es excepcional... y La Anjana es la bondad que arropa toda Cantabria.
Las hechiceras del Ebro
Son hadas bondadosas y muy lindas que frecuentan el silencio de las ruinas cercanas al río, el sosiego de los caminos apartados, la paz de las riberas de los arroyos... Coronan sus cabellos negros con espigas de trigo, y andan descalzas sembrando de alegría y riqueza en los hogares desamparados y en los corazones que sufren pena.
Las Mozas del Agua
Habitan en los manantiales y remansos de los ríos. Son pequeñísimas y lucen una estrella sobre la frente... Descalzas, con capas de plata, cada alborada, salen a tender las madejas de oro que hilan por la noche... Si algún mozo logra coger una hebra de las madejas, las mozas tiran del hilo, arrastrando al muchacho a sus palacios subterráneos, llenos de riquezas, para casarlo con la más guapa de todas...
Les encanta bailar y cantar llenas de alegría... Según bailan, brotan en cada pisada... unas florecillas amarillas y rojas de vida muy efímera... ya que se deshacen en el aire como las espuma... Se dice que si alguien consigue coger una de estas flores antes de que se deshaga, será feliz y rico toda la vida... pero... todavía no se conoce a nadie que haya logrado tal dicha.
Las Ijanas
Son criaturas revoltosas y glotonas... simpáticas y graciosas... que saquean las colmenas... y entran en los hogares cántabros a robar comida... Una vez que han saciado su glotonería se hartan de agua... bebiendo de bruces en los regatos... y allí se quedan hasta que vuelven a sentir necesidad de realizar alguna travesura...
Estas "chiquillas" van desnudas... y todas ellas tienen un enorme pecho que voltean sobre el hombro derecho. El cura de san Pantaleón... ante la indecencia y descaro que a su entender mostraban las Ijanas, decidió acabar con ellas, mandando prender fuego a las cuevas en donde vivían... pero... al poco tiempo ellas regresaron... dispuestas a quemar las casas de todo el vecindario...
Y a qué no sabéis por cual empezaron?... Sí, sí... por la del Señor Cura...
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