En el siglo II de nuestra era, Claudio Ptolomeo, en su Guía Geográfica, describe las Islas de los Bienaventurados, Insulas fortunatas en latín, Makáren Nêsoi en griego, hoy Islas Canarias, Aprositus Nesos. (Aprósitus: isla a la que no se puede llegar o que no se muestra). Debido a sus características y comportamiento como el aparecer y desaparecer o esconderse tras una cortina de humo, niebla o nubes, esta isla ha sido llamada también: la Inaccesible, La Non Trubada, La Encubierta, La Perdida, La Encantada.
La leyenda: San Brendan de Clonfert, también conocido por Brandón, Brandano, Barandán, Borondón o Brendan el Viajero, nació en 484 en Irlanda y murió en 577 en la ciudad conocida hoy como Annaghdown. Decidió abandonar las riquezas para entrar en un monasterio del cuál más tarde sería elegido abad. Según una tradición, tenía la inquietud por encontrar el "Paraíso Terrenal". Y, atendiendo los consejos de otro moje ermitaño que había pisado con sus propios pies la isla "terrenal", decidió emprender un viaje por mar para encontrarla.
En el poema épico (Navigatio Sancti Brandani) se narran sus viajes por el Atlántico. Según la leyenda y de acuerdo con dicho poema, partió el 22 de marzo del 516 en un barco en busca del mítico Paraíso Terrenal con fines evangélicos, en compañía de unos monjes, cuyo número varía de los 18 a los 150. La leyenda de su viaje se extendió durante siglos por la Europa cristiana. Después de un largo viaje, recaló en un mar lleno de islas; la identidad de éstas ha sido motivo de controversias, ya Terranova, ya las islas del mar Caribe o las islas Canarias.
Cuentan que un día cuando el crepúsculo se apoderaba de la noche, encontró una isla, los navegantes saltaron a esa supuesta tierra firme a descansar después de muchas jornadas en un mar tenebroso y desconocido. Los marineros se entregaron al sueño, mientras, Brandán rezaba, observaba el cielo y el camino de los astros, hasta que se dio cuenta que lo que creía por tierra firme se movía hacia Oriente. Con el alba reunió a sus compañeros y les dijo: "no dejemos de dar gracias al Soberano y Dueño de todas las cosas, a este Dios cuya Providencia nos ha preparado en medio de los mares un nuevo bajel que no tiene necesidad ni de nuestras velas, ni de nuestros remos".
Estaban navegando sobre una gran ballena, sobre cuyo lomo se había desarrollado vegetación, dándole la apariencia de una isleta, y ahí nació la leyenda de la isla errante en las aguas del Océano Atlántico. El viaje continuó lentamente durante 40 días, por mares abiertos y confiado en la Divina Providencia. Por fin la ballena, a la que Dios le revelaría que se llamaba Jasconius, les arribó a una isla exuberante, altanera, con alegres cantos de mirlos y otros pájaros desconocidos, aguas de mar cristalinas donde los peces de mil colores jugaban con la espuma. Todo era quietud, paz, soledad en esa isla de limpias arenas negras, surcada por riachuelos, con extraños carneros, poblada de ricos frutos y de gratos aromas. ¿Sería el Paraíso?. Siete años la habitaron.
Y a ese paraíso de isla la leyenda le puso el nombre de San Barandán o San Borondón. En las islas Canarias aún persiste una leyenda popular de una isla que aparece y desaparece desde hace varios siglos que fue bautizada como isla de San Borondón. Según los testigos que dicen haberla “visto”, la sitúan en extremo occidental del archipiélago, entre las islas de La Palma, La Gomera y El Hierro. Hay relatos desde siglos que narran la aparición de dicha isla, de la visión por muchos testigos y de su posterior desaparición, mientras otras personas atribuyen la extraña aparición debido a alguna acumulación de nubes en el horizonte o a un fenómeno de espejismo.
La leyenda de San Borondón llegó a adquirir tal fuerza en Canarias que durante los siglos XVI, XVII y XVIII se organizaron expediciones de exploración para descubrirla y conquistarla, incluso Leonardo Torriani, ingeniero encargado por Felipe II para fortificar las Islas Canarias, a finales del siglo XVI, describe sus dimensiones y localización y aporta como prueba de su existencia las arribadas fortuitas de algunos marinos a lo largo del siglo XVI. Así la tradición cuenta que las Islas Canarias son ocho y no siete, ya que muchos testimonios de personas dicen haber visto, en días claros, al oeste de las islas de La Palma, El Hierro y La Gomera, otra Isla. A veces se ve brumosa, otras se ve perfectamente nítida e incluso se ven los árboles.
San Brandán fue eliminado del santoral en tiempos de Pablo VI, pero de lo que no hay duda, es de que se trató de un abad irlandés que llevó a cabo tareas de evangelización en las aguas del Mar del Norte. Parece ser que en dicha leyenda Cristóbal Colón se inspiró para descubrir otras tierras, ya que el misterio corrió por los siglos y Cristóbal Colón en su diario de a bordo anotaba el 9 de agosto de 1492 que cada año veían tierra al Oeste de las Canarias, que es al Poniente; y otros de La Gomera afirmaban otro tanto. Y el almirante puso rumbo al poniente, por donde aparecía San Borondón, en busca de tierras firmes. Unas veces la han visto por el poniente de La Palma, más al norte o al sur, entre El Hierro y La Palma, otras frente al Puerto de Tazacorte. En 1958 el fotógrafo Manuel Rodríguez Quintero la logró captar con su cámara y su cartografía abarca siglos en mapas y portulanos.
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