jueves, 29 de abril de 2010

EL MANUSCRITO VOYNICH


Por este nombre se conoce el único manuscrito medieval no descifrado que existe. Escrito en un código incomprensible, sus páginas están cubiertas por dibujos de plantas inexistentes, constelaciones desconocidas y tratados de anatomía. El Manuscrito Voynich es un misterioso libro ilustrado, de contenidos desconocidos, escrito hace unos 500 años por un autor anónimo en un alfabeto no identificado y un idioma incomprensible, el denominado voynichés.

A lo largo de su existencia constatada, el manuscrito ha sido objeto de intensos estudios por numerosos criptógrafos profesionales y aficionados, incluyendo destacados especialistas estadounidenses y británicos en descifrados de la Segunda Guerra Mundial. Ninguno consiguió descifrar una sola palabra. Esta sucesión de fracasos ha convertido al manuscrito en el Santo Grial de la criptografía histórica, pero a la vez ha alimentado la teoría de que el libro no es más que un elaborado engaño, una secuencia de símbolos al azar sin sentido alguno.

Sin embargo, el que cumpla la ley de Zipf, que viene a decir que en todas las lenguas conocidas la longitud de las palabras es inversamente proporcional a su frecuencia de aparición (cuantas más veces aparece una palabra en un idioma, más corta es), hace pensar que se trata no sólo de un texto redactado en un lenguaje concreto, sino también que este lenguaje está basado en alguna lengua natural, ya que lenguajes artificiales como los élficos de Tolkien o el Klingon de Star Trek no cumplen esta regla. Esto es debido a que la explicación a esta ley se basa en la economía lingüística: las palabras que más utilizamos son más cortas y así requieren menos energía, por ello es el uso de una lengua el que acaba por imponer esta ley. Es prácticamente imposible que el autor del Manuscrito Voynich conociera la ley de Zipf, enunciada muchos siglos después, y por tanto que la aplicase a una lengua inventada por él.

El nombre del manuscrito se debe al especialista en libros antiguos Wilfrid M. Voynich, quien lo adquirió en 1912. Actualmente está catalogado como el ítem MS 408 en la Biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos de la Universidad de Yale (EEUU). El manuscrito actualmente consta de 102 folios usados por las dos caras.

domingo, 18 de abril de 2010

EL TITANIC ESPAÑOL


Una historia tan apasionante como olvidada. La mala fortuna del navío Príncipe de Asturias de la compañía española Pinillos ha pasado desapercibida en nuestra memoria pero supuso una gran tragedia para sociedad de principio del siglo XX.

Se trataba de un gran barco de vapor con grandes semejanzas con el famoso Titanic hundido cuatro años antes, en 1912. El vapor zarpó de Barcelona y realizó paradas en Valencia, Almería y Málaga desde donde partió para Buenos Aires donde nunca llegó.

Unos corales en las costas de Brasil hicieron que el barco se hundiera en menos de cinco minutos llevándose más de 600 vidas y con algunos supervivientes que fueron recibidos a la vuelta como auténticos héroes.

El Príncipe de Asturias era un gran barco dividido en zona de primera clase, de segunda y de segunda económica. Los camarotes de lujo contaban con todo tipo de comodidades: sala, dormitorio, cuarto de baño o tocador en un amplio espacio.

Los salones de primera eran amplios y elegantes. Estaban engalanados con moquetas persas y servían como sitio para la reunión social de los pasajeros más adinerados del barco. El Príncipe de Asturias tenía una gran escalinata para acceder a la biblioteca, la sala de fumar o el salón de música que poco tenían que envidiar al de su hermano mayor el Titanic.

Los comedores de primera y segunda contrastaban en su amplitud. El primero, decorado con paneles de roble japonés y marcos de nogal, se extendía a lo ancho del barco y tenía gran luminosidad. El de segunda, los comensales comían más apretados en sillas y mesas comunes alargadas para aprovechar al máximo los huecos.

La segunda clase era otro mundo. Quienes no podían pagar un camarote de primera, no tenían lujos. Sus habitaciones eran compartidas entre cuatro personas con literas y algún lavabo común.

Los pasajeros de segunda no podían disfrutar de los largos paseos por la cubierta superior o por la acristalada que protegía del viento y del agua a los pasajeros. Tampoco podían disfrutar la biblioteca del barco que tenía una gran colección de libros y perdidos tras el hundimiento.

Actualmente los restos del barco se encuentran a unos 45 metros en el fondo del mar, en una zona llena de tiburones y con la estructura destruida por los cazatesoros que perseguían una leyenda sobre que el vapor llevaba a América una importante cantidad de oro.

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